viernes, 4 de enero de 2008

Año Nuevo, Renacimiento.

Es el cuarto día del año 2008. Llevo cuatro días (número de perfección) en la ciudad que me vió nacer, en la más importante megalópolis del país, en mi verdadero hogar... Comencé viajando, lo cual genera un sólido comienzo y un dulce augurio para un año que parece cada vez más prometedor. Aunque el año comienza, parece qeu los círculos se cierran. Las relaciones prevalecen y sí, en efecto comienzan nuevas historias... Empezamos un nuevo ciclo de aventuras, emociones, crecimiento y abundancia de cosas buenas.
Tenía miedo... parecía que la vida se olvidaría de mí. El final del año estaba pareciendo demasiado insulso e insípido... Hacíamos todos el esfuerzo de llenarlo de luz y esperanza, con música y comida, pero aún tenía esa carga de cotidianeidad que amenazaba con romper la tradicional renovación, el tan esperado e ineludible ciclo de vida. La muerte y el comieno... Todo parecía que no llegaría que lo que hacíamos era un autoengaño que este año no habría ningún cambio de ciclo. Que todo seguría su curso hacia el precipicio...

Pero el nuevo año llegó y por causa de las acciones emprendidas y los planes realizados todo comienza a cambiar. La luz comienza a entrar. La esperanza comienza a iluminar el corazó endurecido y a curar las heridas. Ahora veo nuevas historias. Me encuentro con mi propia vida. Con toda mi historia desde mis inicios hasta mis finales. Estoy envuelto en mí mismo de nuevo y puedo ver el mundo exterior desde mi centro y tengo el control en mis manos una vez más de ver el futuro, de sentir el viento y llorar de alegría, de respirar los aromas y disolverlos lentamente como grandes manjares. Estoy en casa. Estoy en mí... Veo adelante y vuelo. emprendo un nuevo vuelo a mayores alturas, a lugares más lejanos y a metas más importantes.

Gracias a Dios por permitirme tener mis dos ojos para poder ver perfectamente mis errores y mis aciertos. Gracias por mis dos oídos qeu me permiten distinguir perfectamente las verdades y las mentiras. Gracias por mis extremidades porque me permiten grácilmente desplazarme hacia uno y otro lado de mis sueños, dentro y fuera de mis ideales y sin distracciones dirigirme hacia mis metas. Gracias por la perfección en mis pensamientos y en mis palabras. Gracias por mi pasado y por mi futuro. Gracias por mis amores y mis amados, mis amigos y mis amantes. Gracias por mi paz... Por mi centro, la ecuanimidad, la imperturbabilidad. Por las epifanías. Por mi luz

0 comentarios: