martes, 20 de noviembre de 2007

¿Replantear la vida?


Ahora me vuelvo a sentar como hacía cuando tenía doce años y veo mi vida desde arriba... Me hago las cuestionantes que toda la humanidad se ha hecho. ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí?... Veo que la vida me ha cuidado y me ha colocado en pedestales, me ha tapado el ardor del sol y me ha cargado para no mojarme con el lodo. En verdad soy el hijo predilecto de Dios, como mi mamá amorosamente me ha hecho creer. Ahora lo compruebo... Sin embargo veo todo lo que me detiene: yo mismo. Me coloco en esa posición neutra, externa de mí, libre de tormentos y deseos y reconozco todas las intenciones ajenas, veo todas las circunstancias que me rodean y descubro todo lo que no veía desde adentro de mi vida. Descubro los peligros y es así como veo mis miedos: como apegos, como dependencias. Mis miedos son dependencias. Cosas que no puedo soltar y sin las cuales me siento perdido... Pero al verlos quiero dejarlo, quiero desapegarme... in-dependizarme... otra vez.

Miro mi vida como el proyecto que alguna vez fué y hago el recuento de los logros y fracasos, descubro todos los caminos que se han abierto frente a mí y que antes no veía ni conocía y al mismo tiempo veo todas las puertas que ya se han cerrado, lugares a donde no puedo ni debo regresar... algunas son personas.

El dolor es una de las partes más determinantes del aprendizaje, sin el cual no se puede aprender del todo. Y al superar el dolor, éste se convierte en gozo, en músculo, en fuerza, en crecimiento, en un nuevo camino. Ahora veo mis dolores... los entiendo. Los padezco y los acepto... Decido no sufrirlos como suelo hacer, pero ahora hay una diferencia... ya no quiero disfrutarlos (antes decidí disfrutarlo todo)... Ahora simplemente no lo quiero... y se genera un temor: temor a doler (no a sufrir, sino a padecer).
El meollo del asunto es que el dolor me distrae de mis objetivos, por eso no lo quiero padecer mas. Pero me enfrento a este dolor y veo que es rico... recuerdo... Caigo en mi archivo de aprendizajes. Despierto de la somnolencia didáctica a la que me he sometido por un par de años para no querer enfrentar... y me veo aquí. Vivo, cuidado, protegido, adolorido pero bien... Sí sirve no enfrentarse... sí sirve porque permite darse tiempo de entenderse a uno mismo. Conocerse antes de romper, limpiar y tirar... Saber quién soy, cómo estoy hecho, qué es lo que se siente... cuál es el umbral, cuál es el aprendizaje y tomar nuevas decisiones sobre este proyecto de persona.

Hoy estoy aquí y veo que quiero llegar al mismo lugar donde quería llegar a los doce años... y todavía puedo... de hecho tengo ya un gran trecho adelantado... Pero estuve en el borde de perder mi rumbo. Estuve en el punto de quedarme parado para siempre... y no.... Dios me da la oportunidad de ver. Estoy en un nodo, un punto intermedio... Puedo tomar muchos nuevos y buenos rumbos... pero decido ir a donde yo me he planteado... Voy hacia allá y no voy a dejar que los miedos me lo impidan.

Crecer duele, no lo debo olvidar, pero no debo regodearme en el dolor.

La única persona que está en esta vida, la que veo, la que huelo, la que saboreo, soy yo... Y muchas personas pueden opinar sobre mi, planificar sobre mi o incluso ejecutar decisiones ajenas sobre mi futuro... pero nada podrá ni deberá afectar mi futuro si no lo deciso yo... y yo decido ser independiente... desapegado de los miedos, insumiso y libre.

Ya casi llego, ya casi... abre el periódico que ahí hablan de mí y bien... ya casi... aquí estoy.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Realmente conmovedor. Una de las cosas quizás mas dolorosas, pero también tan productiva como necesaria es aquella que consiste en replantearse la propia vida