
Sentí por unos momentos la competencia, el miedo al rechazo, el miedo a ser incompetente, la presión de ser mejor, la exigencia, la ruda pelea. Me gustó y tuve miedo. Sentí que se me apretó el estómago y caminé más rápido. Por unos momentos ví peligrar mi lugar en el camino, sentí que podía perder lo logrado o lo que se me había dado por suerte. Me tensioné… Sin embargo también vi una posibilidad, una puerta abierta, vi que nuevas historias pueden surgir de todo aquello que me representa reto, supe que tenía que ser mejor, recordé que tenía que hacer todo lo posible por mejorar, por no ser mediocre, por crecer. Recordé que tengo que esforzarme siempre, no dejarme decantar, no puedo permitir que la vida se siente y descanse porque se termina y el camino todavía parece largo, así que no puedo detenerme a esperar, porque es distinto apreciar el olor de las flores que sentarse a verlas crecer… al menos no para mí, ese no es mi camino. Tengo que acercarme a mi propia perfección, ser conciente de mis capacidades y de mis incapacidades y nunca perder poderes, sino al contrario, ganarlos. Estar en contacto con la fuente de mi propio destino y surgir como luz.
Espero que lo que sea que venga me permita competir, que esta idea de competencia que por un momento me abrazó sea una hermosa realidad y que me despabile de la tediosa inestabilidad emocional para asentarme en la franca competencia y el crecimiento inevitable que con ella viene. Me da miedo, pero me da gusto. Todos ganamos así… todos. Hasta tú… bienvenido a la competencia.
Espero que lo que sea que venga me permita competir, que esta idea de competencia que por un momento me abrazó sea una hermosa realidad y que me despabile de la tediosa inestabilidad emocional para asentarme en la franca competencia y el crecimiento inevitable que con ella viene. Me da miedo, pero me da gusto. Todos ganamos así… todos. Hasta tú… bienvenido a la competencia.

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