La maldad es como la oscuridad: tan solo es una
ausencia de luz, de bondad, de la seguridad que da Dios, de la paz y la armonía
que da estar en equilibrio. No admito la maldad natural en el ser humano, eso
no existe, eso es mala educación, y en casos extremos es dejar entrar demonios
en uno mismo por la misma mala educación, por creer que no es posible otra
cosa, por no saber que con una simple oración puede iluminarse la vida, por no
voltear a ver con el corazón hacia la luz de Dios y saber que no hay porqué
dejarse caer al infierno. No. El ser humano no es malo, en muchos casos es
simplemente débil e ignorante, pero no malo. Y aunque podría decirse en muchos
casos que la gente hace “maldades” y que la sociedad está torcida, no admito la
maldad inherente. No existe. Es tan solo una mala educación crecida a grados
extremos. Como bola de nieve que una vez se dejó caer y nadie la detuvo,
creciendo y creciendo. Pero siempre puede detenerse, no importa cuán grande
esté. Simplemente tiene que detenerse en uno mismo… ese es el lugar más importante,
pues los demás, el “exterior”, el mundo “allá afuera” es un reflejo de uno
mismo. Así es que no debemos dejar que la gran avalancha de malas costumbres,
malos pensamientos, corrupción o maldad, nos lleve, hay que ser firmes y pararla
en seco… en mí, en uno mismo. Todos tenemos el poder. Todos, no importa cuán
pequeños o grandes, anónimos o populares, débiles o fuertes, todos tenemos el
poder de parar el mal, la mala costumbre, la mala educación, la creencia de que
el mal es “lo único” o “lo natural”; todos podemos parar esa creencia aquí y
ahora.
La maldad humana no existe. Aunque existe “el mal” y puedo decir que el
mal sí posee a la gente, pues he sido testigo de ello. Yo he visto a gente
poseída, he estado en medio de ellos. Gente que ha dejado entrar demonios. Esa
pobre gente no está viva, son zombies del alma. Recemos por ellos. Su posesión
no es como en las películas: girando su cabeza y arrastrándose o volando por
los aires en un acto de circo, sino con oscuridad en el corazón, en la mirada,
en los actos y los pensamientos, a veces parecen tener una fuerza sobrenatural
para realizar acciones destructivas. La gente poseída busca destruir, busca el
conflicto, buscan consumir al máximo el alma de esas personas como si su alma
fuera su alimento, saboréandolo salvajemente en un banquete interminable,
infinito, tan infinito como el alma humana. El alma de esa gente queda reducida
a una lejana voz en las acciones que realizan los demonios con su cuerpo y sus
corazones. Sus acciones tienden a la destrucción, a la corrupción, a la
depravación, al reclutamiento de más almas para alimentarse. Esa gente no tiene
una vida real, esa pobre gente padece la enfermedad del alma encarcelada que
sólo podría salir dejando entrar la verdadera luz de Dios, y sólo ellos pueden
dejarla entrar. Y no les echo la culpa a sus demonios de sus maldades, pero sí
disculpo sus almas, aunque todas sus acciones sean reprochables y acumulen una
terrible tensión en su equilibrio kármico. La maldad no es de ellos, no es de
sus almas, es de los demonios que los habitan. Y esos son casos especiales,
pues el hombre no es naturalmente malo. Eso no existe. Porque naturalmente no
existe la maldad, ni la bondad en todo caso, hablando en términos humanos.
Tomemos en cuenta que lo bueno y lo malo son
clasificaciones humanas, pues acciones que en humanos parecen malas, en la
naturaleza son simplemente supervivencia. El error está en confundir
supervivencia humana con supervivencia natural. La primera involucra el
desenvolvimiento en la sociedad, el lidiar con las leyes, religiones, normas de
convivencia, de civilidad, de economía, de política, etc. La segunda es la más
básica, es simplemente cuidar de mi vida e integridad, y la de mis seres
queridos, punto. El decir que se hace el bien o el mal es un juego de palabras
que también depende del contexto, de los objetivos particulares y generales, y
del punto de vista. En todos los casos la luz de Dios nos indica siempre el
mejor camino sin lugar a dudas, y sin discusión alguna. Cuando existe el amor y
la luz de Dios en la vida de las personas es prácticamente imposible que exista
el mal, porque no puede haber oscuridad en donde se genera la luz. Dios está y siempre
ha estado en la humanidad desde el origen, no puede no estar porque es la
materia prima. Sin Dios no hay nada. Es por eso que no puede haber maldad en el
hombre de manera natural, eso no existe.
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